21/04/2021


Noticias de guion

Cada guion es único


 

En mi experiencia como guionista, he podido comprobar que es un trabajo duro y a veces poco gratificante. Si dedicas uno, dos o diez años de tu vida a escribir un relato, un poema o una novela, pueden ocurrir varias cosas: que el texto sea bueno, que sea normalito, o que sea una mierda como el sombrero de un picador. Lo que está claro es que, en cualquiera de los casos, el responsable eres tú. A nadie más se le puede echar la culpa del desastre, a nadie se le puede felicitar por la genialidad.

Sin embargo, un guion no es literatura. Lo sabemos, pero asumirlo y actuar en consecuencia es algo distinto. Un guion no es un fin, sino un medio; es decir, que dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo a escribir algo que muy posiblemente no llegue a convertirse en una película. Además, aunque se convierta en una película, es bastante probable que el resultado nos decepcione (a mí no me ha ocurrido hasta el momento, pero supongo que he tenido suerte). Esto es algo que hay que aceptar. No es malo. Es la realidad, simplemente. Y cuanto antes lo sepamos, mejor.

Si uno no quiere sentirse amargado y dejar que crezca su rencor hacia directores, productores, espectadores y demás, creo que debería intentar dirigir y producir películas en la medida de lo posible (para tener mayor control sobre su propio trabajo). Si no, al menos, debería intentar protegerse a sí mismo. En el mejor de los casos, nuestro guion pasará por distintas fases, y en ese largo camino tendremos que enfrentarnos a muchas opiniones. Algunos ayudarán, otros querrán cambiar la película (para bien o para mal). Cuando uno da clases de guion o ejerce una asesoría, su trabajo no es el de enseñar a alguien a escribir. Lo que hacemos, más bien, es ayudarle a encontrar su propia voz, a detectar los defectos y virtudes de su proyecto; le damos las herramientas para que pueda defenderse. En mi opinión, tenemos dos armas fundamentales para protegernos (proteger nuestro trabajo, es decir, que la esencia de aquello que queríamos contar permanezca a pesar de los procesos, que aguante las opiniones y sobre todo el paso del tiempo).

1 – LA MIRADA: EL PUNTO DE VISTA: esto es por encima de todo lo que nos diferencia de los demás. Una manera de hacer, una visión del mundo. Una vez que habéis hecho vuestra la historia, sois vosotros los únicos que podéis contarla. Pensad en lo que se pierde si no lo hacéis, o si lo hacéis sin implicación, sin dejar que vuestro punto de vista incida sobre la historia. Sin pasión, lo que contáis se diluye, se pierde: si no te importa tu historia, no le importará al espectador.

2 – LA ESTRUCTURA: la forma que adquiere nuestra historia. Lo primero que hay que hacer es darse cuenta de algo que resulta obvio pero que muchas veces se olvida: CADA HISTORIA DEBE CONTARSE DE UNA FORMA DISTINTA. Cada nuevo guion supone el aprendizaje de una nueva lengua, con normas propias. Aprender ese nuevo idioma, es decir, saber qué estamos contando no es algo que se conozca a priori (yo, al menos, no lo conozco) sino el fruto de un proceso largo. Escribir es una experimentación, o no es nada en absoluto.

William Faulkner decía que cada historia empuja una forma. Me gusta esa idea y me gusta la palabra empujar, porque da la sensación de que es algo que ya existe y que lucha por salir, como un niño. Es como aquello que pensaba Miguel Ángel, que el trabajo del escultor consiste en liberar la forma que ya está escondida dentro de la piedra. En eso consiste también nuestro trabajo; no en imponer formas o patrones predeterminados a nuestra historia, sino en encontrar la forma adecuada a cada una de ellas. Una historia: una forma. La idea común que se te queda después de escribir varios guiones es que la historia VA TOMANDO FORMA. No podemos saber de antemano lo que vamos a hacer, porque si lo supiéramos, no tendría el menor sentido hacerlo; no se trata de hacer los deberes, sino de crear algo. Lo que está claro es la idea de que hay que plegarse a la historia. Seguir tú a la historia y no al contrario. Lo mismo que Faulkner lo decía Proust de otra manera: cada obra original inaugura una forma. Es esta idea de que cada guion, cada historia tiene que encontrar su forma, su ‘cómo contarlo’.

Las plantillas nos pueden ayudar, pero no son la solución a todo. Pensemos, por ejemplo, en los palimpsestos, esos textos en los que aparecen debajo las marcas de un texto anterior, o en aquellos cuadros en los que se ven los trazos de un dibujo previo. Nosotros escribimos siempre a ciegas; nunca sabemos adónde vamos, pero siempre hay otros que han hecho el mismo viaje con anterioridad, y no está de más fijarnos en cómo han hecho ellos el camino. Para eso sirven las clases de guion, para eso sirven las asesorías. Para que escuchemos a otros que han andado nuestro camino con anterioridad, y conocen la salida.

DANIEL REMÓN

01/04/2015 22:58:35

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