21/04/2021


Noticias de guion

El espectador es el protagonista


 

Desde que en en 1979 Syd Field publicó su primer libro de guion, varios equívocos han sido repetidos una y otra vez por los gurús del guion. El primer error fue la afirmación de Field de que todos los buenos guiones debían tener una estructura en tres actos, lo que fue aceptado acríticamente durante dos décadas, no solo por teóricos en la estela de Field, como Linda Seger, sino por sus rivales, como Robert McKee o Christopher Vogler, quien se tomó el esfuerzo de situar sus doce etapas del viaje del héroe en tres actos.

Los actos, sean tres como en el paradigma de Field, cuatro, como señala Kristin Thompson que tienen en realidad las películas de Hollywood; cinco, como recomendaba Horacio a partir de los griegos, o como tienen las obras de Shakespeare; o incluso diez, como La Ronda de Schnitzler, son una característica del teatro que no tiene por qué encontrarse en una película, a no ser que el guionista y el director así lo hayan decidido de manera explícita. Tampoco son imprescindibles en una serie de televisión, a no ser en canales en abierto, donde los actos, la cortina del teatro, los marcan los pasos a publicidad.

El segundo error fue considerar que los tres actos eran otra manera de referirse a la tríada planteamiento/desarrollo/desenlace, porque, como acabo de sugerir, una obra con planteamiento, desarrollo y desenlace puede tener desde un único acto a diez o cuantos se quiera.

Quizá el error más importante ha sido la esquizofrenia que se puede observar en casi todos los gurús del guion cuando examinan la estructura narrativa. Por un lado, dedican muchas páginas a señalar los recursos de los que un guionista dispone para mantener y avivar el interés del espectador, desde la tensión sexual no resuelta a la anagnosis o revelación. Por otro lado, cuando examinan la estructura del guion, solo se preocupan de que en ella le sucedan cosas al protagonista o a los personajes principales (con suerte, a la línea argumental): aquí el protagonista se enfrenta a sus mayores temores, allá descubre algo, aquí elabora un nuevo plan… De este modo, olvidan al verdadero protagonista, que no es otro que el espectador.  Porque, aunque es importante construir una estructura de acciones coherente tanto para el protagonista como para la trama, es al espectador al que le sucede todo. Preocuparse de manera obsesiva por dónde está y que le sucede al personaje y olvidarse de dónde está y qué le sucede al espectador revela una pobre comprensión de las posibilidades del arte narrativo.

Por fortuna, tras décadas de dominio de las teorías estructuralistas más dogmáticas, algunas nuevas series de televisión están recuperando la sabiduría narrativa del pasado, desde los griegos a Shakespeare, desde la novela decimonónica al cine de los años 60 y 70, ya sea para recuperar la denostada estructura episódica,  como hacen David Chase (Los Soprano) o Mathew Weiner (Mad Men); ya sea para dirigir el foco de la atención hacia el espectador y para,  quebrar la previsibilidad del mecanismo de causas y efectos propio de la estructura en tres actos o de la multitrama televisiva. Demuestran, en definitiva, que se puede trabajar con otras estructuras y también construir la estructura de un modo menos mecánico y evidente.

 

Daniel Tubau es autor de Las paradojas del guionista, reglas y excepciones en la práctica del guion y El guion del siglo 21, el futuro de la narrativa en el mundo digital. El espectador es el protagonista es el título de su próximo libro, a punto de publicarse.

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17/03/2015 11:55:45

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