25/10/2010 - 18 usuarios online
Por Esther Feldman y Alejandro Maci
Buenos Aires, enero de un año cualquiera. Treinta y cuatro grados a la sombra y ciento por ciento de humedad. Decidimos trabajar juntos desde temprano porque tenemos que corregir por quinta vez un guión. Ellos reclamaban "humor con tensión". De regreso de la reunión con los productores, nos miramos desconcertados. "¿Qué es humor con tensión?"
La sensación térmica asciende a cuarenta grados. Consideramos la posibilidad de hacer una pausa, pero un llamado de la producción nos da el ultimátum de entregar o entregar. El calor nos nubla el entendimiento y quedamos a merced de la inacción. En eso, descubrimos un mail proveniente de Los Angeles. Se trata de una curiosa invitación. Hemos sido seleccionados junto con un grupo de guionistas de todo el mundo para participar en las reuniones creativas del equipo de guionistas de "Los Simpson".
De repente la jornada aciaga cambió para ambos. El paraíso parecía estar al alcance de nuestras manos. Alejarse por unos días del inasible humor con tensión, pensar en una ficción sin actores que te llamen por teléfono a cualquier hora, libre del cómputo obsesivo de exteriores, exitosa y con presupuesto, con la posibilidad de llevar a los personajes a cualquier lado del mundo e inclusive, tocar el cielo con las manos teniendo, por ejemplo, de invitado a Jorge Clooney. Una semana donde lo único que vale es hallar un buen relato para esos personajes geniales, más verdaderos y tangibles que la realidad misma y que ni siquiera necesitan cambios de vestuario. Sólo sentarse a pensar y pensar y disfrutar de inventar la mejor de las historias: ¿qué más se puede pedir?
Nos embarcamos rumbo a Los Angeles. Ya habiendo bebido un malbec a bordo, la disquisición sobre el humor y la tensión se fue diluyendo hasta extinguirse por completo.
Al día siguiente estábamos en la Fox. A cada paso parecía confirmarse la idea de que todo allí era el paraíso para cualquier guionista. La mayor parte del trabajo creativo de "Los Simpson" se realiza en dos de las salas de conferencias, conocidas como La Sala. Allí el rey es George Meyer, el jefe de guionistas, apodado "El maestro". Lo primero que escuchamos ahí adentro fue: "Prefiero hacer reír a Meyer que ganarme un Emmy".
En el piso de la sala había un pobre hombre de no más de treinta años, de aspecto desmejorado, sentado en el piso alfombrado de un lugar invisible para el resto. Nos acercamos a preguntar si necesitaba ayuda: "¿Ayuda? Necesito mucho más que eso. Necesito un cerebro nuevo, una vida nueva y una ambulancia, eso necesito".
El pobre desgraciado era uno de los que hasta el momento creíamos una de las 20 personas más felices de la tierra. Le preguntamos la causa de su malestar:
Es la sexta versión que me rechazan. La nueva temporada está en preproducción y sólo falto yo. Además, hoy se me rompió el aire acondicionado, entró un virus en el sistema operativo y se me perdió importantísimo material.
Pero la serie es genial, los personajes también, las intertextualidades fabulosas, las historias son reveladoras de la vida del hombre contemporáneo.
Sí, ya lo sé, ya lo sé respondió mientras vaciaba su lata de cerveza con escepticismo y una lágrima rodaba por su mejilla. Cuando la estaba por tirar a la basura pasó otra alma en pena y la recogió repitiendo: "¡Todavía sirve, todavía sirve!". El hombre se incorporó y corrió a su colega hasta alcanzarlo. Cuando lo ahorcaba para hacerle soltar la lata gritaba: "¡Maldito demonio!".Inmediatamente comenzamos a mirar a nuestro alrededor. Uno de los guionistas más jóvenes le hablaba a la rosquilla: "Doughnuts. ¿Hay algo que no puedan hacer?", otro tiraba un guión a la basura mientras decía: "Hijos, lo intentásteis al máximo y fracasásteis. La lección es: no intentarlo nunca". Una jovencita llena de piercings estaba a punto de arrojarse por una de las ventanas al grito de "¡Salvame Jebus!" mientras otra estaba sentada frente a la notebook diciendo: "Para Empezar Presionar Cualquier Tecla" ¿Dónde está la tecla "Cualquier"?
¿Entonces? ¿Eso es todo?, preguntamos consternados.
No-, respondió otra voz anónima. A mí me cuestionan el tono del relato, el contenido de los diálogos.
A mí apareció otra voz desde las sombras la cantidad de escenas, la cantidad de fondos que demandan, pero sobre todo después de haber participado en cuatro temporadas de la serie me cuestionan el humor... la calidad... Intercambiamos una mirada aterrada.
¿Por qué? preguntamos.
Dicen que a mi humor le falta tensión.
Dos días después, de regreso, habiendo reincidido en el malbec del avión, comprendimos que en los círculos del infierno una condición de ser había sido omitida: el infierno del guionista.
© Revista Ñ-Clarín - abc guionistas
30/12/2009 07:46:07