13/08/2020
E l cine no sólo tiene éxitos y fracasos para contar, también están las historias de las películas que, sobre papel, parecían un triunfo pero que al final quedaron sólo en proyectos que nunca vieron la luz. A continuación, un artículo de la versión electrónica de El País hace un repaso de 10 guiones prometedores que nunca llegaron a rodarse.
El primero es Ronnie Rocket, de David Lynch. En 1977, un año después de haber estrenado “Cabeza borradora”, Lynch empezó a darle vueltas a la idea de hacer una secuela del filme y escribió un guion donde aparecía un ser deforme que había sido sometido a múltiples operaciones quirúrgicas contra su voluntad. El personaje era secuestrado por dos cirujanos-forajidos que le insuflaban vida pero que le provocaban un indeseado efecto secundario: necesitaba conectarse a un enchufe todo el tiempo. La acción se completaba con los llamados Hombres Donut, vestidos con largas gabardinas negras y que explotaban cuando alguien les mencionaba que llevaban los cordones mal anudados. Tenían terribles poderes y eran capaces de obligar a cualquiera que les cayera mal a comerse sus propias manos. Hasta Lynch reconoció en su momento que "quizás sea una película muy abstracta". El guion ahuyentó a los inversores y tras dos décadas de insistencia el realizador decidió dejar de lado el proyecto.
“Dune”, de Alejandro Jodorowsky. El apenas mencionado David Lynch estrenó “Dune” en 1984 (en realidad era la versión de Dino de Laurentis, que redujo la versión del director de las seis horas hasta los 180 minutos -aunque existen dos versiones más, una de 137 y otra de 190) de la que sigue renegando hasta hoy. El legendario Jodorowsky intentó llevar a la gran pantalla su propia versión. En ella Salvador Dalí ejercería de emperador, Dan O' Bannon firmaba el guion y H.R. Giger (pintor e ilustrador, creador de “Alien”) se encargaría de dar vida a las criaturas. El delirante proyecto estuvo vivo unos años y cada uno de los implicados intentó sacar adelante el proyecto usando sus propios contactos, pero fue en vano. Los que leyeron el guion tacharon la cosa de "locura". Si alguien se hubiera atrevido a filmarlo, podría haber sido la película más salvajemente surrealista de la historia.
“Spiderman”, de James Cameron. En 1991, el mítico Stan Lee, cabeza visible de la editorial Marvel, y James Cameron, ya un director reconocido por películas como “Terminador” y “Aliens”, se reunieron en Los Ángeles para hablar de la posibilidad de que Cameron se hiciera cargo de la adaptación cinematográfica de Spiderman. En 1993, el guion primerizo del director mostraba a un joven Peter Parker enfrentado a una suerte de Electro (el villano capaz de manejar la electricidad) y despertando a la pubertad, con influencias del mismísimo Kafka. En 1995, la lucha por los derechos demoró el proyecto. Cuando en febrero de 1999 un juez otorgó a Marvel la potestad para negociar un nuevo trato, Cameron volvió a ser el favorito para ocupar la silla de director. Sin embargo, este dijo que su tiempo había pasado y así el proyecto murió definitivamente. El guion de Cameron, magnífico, puede encontrarse en la red e incluía una impresionante batalla final en las Torres Gemelas. Definitivamente, no podrá ser.
“Superman”, de Kevin Smith. En 1996, Warner Bros. se propuso dar un empujón a una de sus franquicias con más potencial, “Superman” y convocaron a varios directores para mostrar sus ideas para el proyecto. Kevin Smith fue uno de los que asistieron a esa reunión. El director, amante de los cómics, prometió entregar un tratamiento a la mayor brevedad. Finalmente acabó enviando a los estudios un guion de ochenta páginas donde, en resumen, Lex Luthor contactaba con una entidad extraterrestres, Brainiac, para que le ayudara a acabar con el Hombre de Acero. Una vez en la Tierra, el alienígena descubría que Superman dependía del sol y trazaba un plan con Luthor para privarle de esa fuente de energía. En la película, Superman apenas aparecía, no habían escenas de vuelo (Smith creía que el público ya no se creía que pudiera volar) y Clark Kent hablaba y hablaba sin parar. A pesar de ello, parece que el guion era magnífico. El estudio decidió que una película con tan poca acción era inconcebible, así rechazó a Smith y fichó a Tim Burton. Después de más de 300 millones de dólares, nueve guiones distintos y cuatro directores la cosa acabó con “Superman returns”.
“Las cruzadas”, de Paul Verhoeven. En 1997, el realizador holandés Paul Verhoeven se “reponía” del fracaso de “Showgirls” con el exitazo de la recién estrenada “Starship troopers”. En ese momento empezó a fraguar la idea de llevar a la gran pantalla una super-super-producción sobre Las Cruzadas. Contactó a Arnold Schwarzenegger para que encabezara el reparto (interpretaría a Hagen, un ladrón metido sin desearlo en el embrollo de la Guerra Santa) y encargó el guion a Walon Green, el guionista responsable de “Grupo salvaje”, la obra maestra de Sam Peckinpah. En 1998, todo estaba listo, el libreto entregado, el reparto perfilado; pero había un ligero problema: Verhoeven calculaba que necesitaría entre 200 y 300 millones para llevar a cabo el proyecto. Obviamente, allí se acabó la cruzada de Verhoeven. Sin embargo a principios de 2001 la película parecía haber retomado fuerza y varios inversores se mostraron interesados... hasta que en septiembre de ese mismo año un gigantesco atentado derribó las Torres Gemelas y de pronto lo de la Guerra Santa no pareció tan buena idea y el proyecto quedó en el olvido.
“El génesis”, Robert Bresson. En 1963, el famoso director francés convenció a Dino de Laurentis de rodar una película sobre el Génesis. El rodaje empezó en Roma aquel mismo año, con de Laurentis entrometiéndose en toda clase de decisiones creativas en las que no debía tener ni voz ni voto. Cansado del acoso Bresson se fue en menos de una semana llevándose su guion. Después pasó 20 años intentando llevar adelante el proyecto por sus propios medios, encontrándose siempre con un muro de incomprensión y dificultades financieras. Aunque se rodaron algunas escenas, nunca fueron vistas. Bresson murió en 1999 sin haber podido concretar su sueño a causa de Laurentis.
Proyecto sin título, Lars Von Triers. El niño terrible del séptimo arte se empeñó a finales de los 90' en rodar su propia película sobre el holocausto. Sus productores le dieron luz verde y quisieron ver más con lo que el danés escribió un breve libreto sobre el tema, al que Von Triers daba -obviamente- un tratamiento hiperrealista. El realizador empezó entonces a confeccionar una lista de actores sobre la que empezar a trabajar y se la pasó al equipo de producción. Los problemas llegaron cuando el cineasta entregó también una lista de condiciones indispensables para trabajar: la construcción de un campo de concentración que siguiera fielmente los planos originales nazis y un periodo de seis semanas en el que los actores vivirían en el "set" (por llamarlo de alguna manera) y serían alimentados como presos para que tuvieran el aspecto famélico que requería el proyecto. Obviamente los productores se asustaron, los actores dijeron "no" y el realizador acabó dedicándose a tareas más provechosas.
“Kaleidoscope”, de Alfred Hitchcock. A mediados de los 60', Hitchcock se debatía en una especie de crisis creativa por el mal funcionamiento de sus últimas películas. Para superar la etapa, decidió lanzarse a su proyecto más ambicioso: un filme rodado enteramente con cámara subjetiva (al parecer desde el punto de vista del asesino) sobre un maniaco homicida y violador que aterrorizaba Londres. El director pensaba utilizar detalles de crímenes reales y todo tipo de matices escabrosos (incluyendo un apuñalamiento estilo “Psicosis”) prometiendo su trabajo más oscuro. Además, un buen día el orondo director decidió que el protagonista sería gay. Al final, el estudio MCA decidió que era una locura y que el rechazo al filme (con un reparto a base de desconocidos) sería generalizado, así que rechazaron la película sumiendo al realizador en una depresión.
“Napoleón”, de Stanley Kubrick. En 1968, el genio decidió que su próximo proyecto sería una biografía del emperador, figura histórica por la que Kubrick estaba fascinado. Reclutó a Jack Nicholson, para ser Napoleón y empezó a recolectar datos reviniendo 20 mil fotos, quinientos libros y un informe de la NASA sobre el tiempo que hacía en Waterloo el día de la batalla. Después, se encontró con la negativa de la Metro Goldwyn Mayer. Seguramente, el pedir 50 a 70 mil extras tuvo algo que ver, y aunque algunos historiadores mantienen que el presupuesto no sobrepasaba los seis millones de dólares de la época, cuesta mucho creer que la cantidad bajara dadas las dimensiones del rodaje y del reparto. Kubrick acudió entonces a Warner, que lo rechazó. Finalmente, el realizador abandonó el proyecto.
“Batman”, de Orson Welles. En 1946, Orson Welles trató de acometer una versión del héroe del cómic que lo tenía obsesionado y quería ser el primero en llevarlo a la gran pantalla. Así, escribió un guion y contactó a lo mejor de la época: George Raft sería Dos Caras; James Cagney daría vida a El Acertijo; Basil Rathbone sería El Joker, y Marlene Dietrich se pondría en la piel de Catwoman. La única duda llegaba con el personaje de Bruce Wayne/Batman ya que el estudio quería a Gregory Peck. Finalmente Welles cedió y rodó algunas escenas con Peck embutido en el traje de hombre murciélago. Todo fue de primera hasta que el estudio se asustó y cortó el dinero, con lo que el proyecto se hundió. La verdad es que nunca hubo “Batman” de Welles, fue un rumor inventado por el anarquista del cómic Mark Millar, en una columna publicada en 2003 en la revista “Comic Book Resources” y pronto se convirtió en la comidilla de la red, que aún sigue especulando en cómo hubiera sido algo de ese tamaño y con un reparto semejante.
© EL PAIS / Los Tiempos / abc guionistas
09/08/2010 23:02:23
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