05/05/2012 - 12 usuarios online
Llega este fin de semana a los cines españoles la última cinta del francés Robert Guédiguian, uno de los máximos exponente del cine europeo con inquietudes sociales, "Las nieves del Kilimanjaro". En estos tiempos de crisis mundial, el mensaje humanista del director y guionista de "Marius y Jeannette (un amor en Marsella)" es más necesario que nunca. Así lo vió el Parlamento Europeo, que en noviembre del año pasado le entregó el premio Lux a la mejor cinta del año que promueve el debate público en Europa.
- ¿Cómo tuvo la idea de escoger el poema de Victor Hugo "Les Pauvres Gens" (La gente pobre) como punto de partida?
En 2005, mientras redactaba un texto donde pedía el voto contra la Constitución Europea, para designar de forma algo general "las nuevas formas de la clase obrera", me había referido a la gente pobre del poema de Victor Hugo. Entonces volví a leerlo. El final del poema, cuando el pobre pescador, al quedarse con los hijos de la vecina fallecida, dice: "Teníamos cinco hijos, ahora serán siete", antes de descubrir que su mujer se le había adelantado trayéndoles a casa, es conmovedor. Semejante bondad es ejemplar. Además, está la concordancia, el gesto de amor de ambos personajes, el hombre y la mujer, iguales en su generosidad. Pensé que sería un magnífico final para una película. Solo quedaba encontrar una ruta contemporánea que llevara a ese punto.
- Después de una película policíaca ("Lady Jane") y una histórica ("L’Armée du crime"), ¿regresa al cine de sus principios?
No se trataba de contar la historia de unos pescadores bretones en el siglo XIX, sino de hacer una película contemporánea rodada en Marsella, con Ariane Ascaride, Gérard Meylan y Jean-Pierre Darroussin. Al igual que en 1980 con "Dernier été" y en 1997 con "Marius y Jeannette", me apeteció recapacitar. Volver al barrio donde nací, L‘Estaque, a ver a la gente pobre que vive allí. Regresar al sitio donde empecé a mirar el mundo para ver cómo es actualmente y quizá para sacar dos o tres cosas universales.
- ¿La película, una vez más, pone a prueba la realidad de la palabra "juntos"?
En mi opinión, una de las cosas más graves de la sociedad actual es el hecho de que ya no hay conciencia de clase. Ni siquiera se puede hablar de "clase obrera", por eso utilizo la expresión "la gente pobre". Pero no existe la conciencia de ser gente pobre. En Francia han desaparecido los grandes centros industriales de los años setenta y ochenta donde tres mil obreros salían de la fábrica a la vez. La conciencia de clase no solo era posible, se veía claramente: se materializaba en esos millares de hombres vestidos con mono azul. Era natural que estuvieran juntos, que tuvieran intereses comunes, aunque sus identidades fueran diferentes. No hay dos pueblos, uno autóctono, asalariado, sindicado, que vive en urbanizaciones, y otro en paro, inmigrante, delincuente, que vive en las afueras. La política y el cine pueden ayudar a desenmascarar esta impostura intelectual. Nada me hará cambiar nunca de opinión sobre este tema: es esencial.
- En esta película, los planos contienen mucha más información. Ha cambiado la forma en que utiliza el encuadre, los decorados, la forma en que hace entrar a los actores.
Porque soy más viejo. Es menos seco. Dejo que las cosas ocurran, que respiren. Permito que los planos vivan. Puede que antes los constriñese, les ponía trabas. Siempre he dicho que dirijo actores como en una autopista: se va en esa dirección. Pero creo que hoy les dejo aún más libertad, pueden pasar de un carril a otro; les acompaño, bailo con ellos. Dicho eso, me ocupo mucho del montaje con Bernard Sasia. Casi nunca ruedo planos secuencia, al contrario, recorto mucho, por lo que dispongo de una amplia elección a la hora de montar.
- La película, durante el rodaje, se titulaba "La gente pobre", pero por fin opto por "Las nieves del Kilimanjaro".
La gente pobre y la referencia a Victor Hugo aparecen al final, en un cartel antes de los créditos, y tiene más fuerza y más sentido que verlo al principio. El título "Las nieves del Kilimanjaro" evoca un mundo muy grande, pero la película transcurre en el barrio de L’Estaque. También es la canción que cantan los nietos de Marie-Claire y de Michel durante su aniversario de boda. La idea del regalo de un viaje a Tanzania surgió a partir de la canción. Siempre me han gustado las canciones populares, fechan mejor los acontecimientos que el carbono 14. Además, vi a Pascal Danel cantarla en directo, en el Gymnase de Marsella, como telonero de Adamo en los años sesenta. Marie-Claire y Michel son de la generación de Pascal Danel, y de Joe Cocker, cuyo tema "Many Rivers to Cross" forma parte de la banda sonora.
- Basándose un poco en Malraux, dijo un día que "una película popular es una película que revela a las personas la grandeza que llevan dentro".
Sigo pensando lo mismo. Tal como lo veo, son la esperanza. Llamémosles "santos" o "justos", pero sea como sea, existen. La esperanza está en la reconciliación de las "gentes pobres". Y me imagino, claro está, que a la salida de la cárcel, Christophe se reunirá con Michel, Marie-Claire, Raoul y Denise para seguir luchando juntos.
GOLEM / Noticine
24/04/2012 22:10:14